La calle
polvorienta se encuentra desierta. El calor agobiante del mediodía ha obligado
a reducir los esfuerzos a su mínima expresión. Los niños han desaparecido en el
interior de las casas, dejando tras de sí, en la tierra reseca, las marcas de
sus juegos, que lentamente comienzan a borrarse, a manos del cálido viento del
sur.
A la sombra de
uno de los pocos árboles que ornan las veredas, un herrumbrado cartel señala la
única parada de ómnibus que posee el pueblo.
Un rumor sordo
comienza a hendir el pesado silencio. Desde el fondo de la calle, con un
traqueteo lento y desparejo, el vetusto coche se aproxima, transportando una
docena de pasajeros. Cuando llega frente al ilegible cartel, la puerta
delantera se abre, con un chirrido lastimero. El conductor desciende,
cansinamente, portando una gran corona de flores, sustentada en un trípode de
madera, que deposita junto a la pared más cercana. Luego, hace lo mismo con un
ramo, algo más pequeño.
Antes de
retirarse, se persigna torpemente, y adivino que, dentro del ómnibus, todos
hacen lo mismo
El destartalado
vehículo reanuda su marcha, y la vereda polvorienta vuelve a quedar vacía. Los
intensos rayos del sol se reflejan en la blanquísima cinta de seda que
atraviesa la corona, luciendo, con letras doradas, el nombre del difunto.
Desde la esquina
cercana, donde me he detenido a observar la escena, puedo advertir los casi
imperceptibles movimientos de algunas persianas, y los consecuentes cuchicheos
detrás de las ventanas. Pero sé que nadie saldrá a la calle. Entonces, aunque
no había pensado hacerlo, me dirijo al velorio, para avisar a los familiares
que algún amigo de la ciudad ha tenido con ellos un gesto de condolencia.
Y allí, junto a
la pared semiderruida donde han quedado apoyadas, las coloridas flores regalan,
contradictoriamente, una explosión de vida, que se da de lleno contra el ocre y
el gris de este pueblo olvidado de la mano de Dios.
...........................................................................
¡Que pintura amigo! esto más que un relato en un cuadro donde predominan los ocres,
ResponderBorrarPrecioso amigo.
Un abrazo.
Nos vas dibujando una calurosa escena con tus palabras, que termian contrastando la muerte en gris y en colores. Bonito relato.
ResponderBorrarUn abrazo desde mi mar.
Leyendo se mastica ese silencio, los cuchicheos, el ocre polvoriento. Leyendo se ve a ese pueblo olvidado, se dibuja la muerte gris oscura y la vida en flores de colores.
ResponderBorrarTodo un caleidoscopio entre líneas.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Me dio un poco de yuyu, me parece la escena de algo macabro que sucedió en ese pueblo y al final hay flores para los muertos... es un relato genial y tiene colores y muchos además.
ResponderBorrarBesitos.
Hugo.
ResponderBorrarUn relato atrapante, que te lleva de la mano a un desenlace lleno de conjeturas.
Imagino que te has basado en un hecho real.
Muy sugerente la ausencia de los vecinos y la aparición de esa corona, encargada por alguien desconocido para todos, menos para el difunto...
Un abrazo grandote.
Bravo, amigo!
ResponderBorrarUn relato que al principio te inquieta pero que luego te serena con ese toque tuyo tan poético.
Felicidades.
Un placer estar aqui de nuevo...me encanta este blog...somos de colores.
Un fuerte abrazo, buen fin de semana.
WOW Hugo, este relato me hizo situar en uno de esos pueblos que solía imaginar Gabriel García Márquez para sus historias. Tu no te has quedado atrás con virtuosismo de la descripción. Mis respetos amigo, felicidades!
ResponderBorrarUna escena escrita con maestría, nos metes dentro de ella, en su calor agobiante y rodeados de polvo. Saludos.
ResponderBorrarHugo Jesús,tu relato nos va adentrando en un pueblo olvidado y casi desierto...Y ese coche viejo y destartalado pone vida a la escena...FLORES PARA UNA MUERTE...Quizá anunciada...El silencio y el misterio al final dan paso a la imaginación...
ResponderBorrarTodos nos quedamos pensando,quién era el muerto y quiénes eran los visitantes.
Mi felicitación por esa maestría,que nos deja al final admirados y curiosos...
Mi abrazo grande y felices fiestas con los tuyos,amigo.
M.Jesús
Muy buena la descripción de se pueblo polvoriento y olvidado...me ha gustado mucho como nos metes en ese ambiente que quieres transmitir.
ResponderBorrar(Como crítica, hecha desde el respeto por supuesto, y no es más que una opinión personal, yo creo que sobra algún adjetivo, en algún momento me ha parecido que el texto estaba un pelín cargado de adjetivos... )
Sea como sea, el ambiente está muy bien recreado.
Un abrazo y felices fiestas
Que triste que la única nota de color de un pueblo sean esas flores enviadas a un muerto por un amigo de la ciudad.
ResponderBorrarMe ha encantado tu relato, que es una auténtica y fiel fotografía de muchos pueblecitos de España, que se mueren de soledad y silencio y de los que nadie se acuerda más que un par de veces al año.
Saludos