La humeante taza
de café, como otras veces, le ha servido de excusa para dejarse llevar por los
recuerdos. Con los ojos entrecerrados, se reclina un poco en el sillón. La
madera de haya cruje levemente. Los mullidos almohadones, forrados de piel natural,
amortiguan su peso. Imágenes de diferentes momentos de su vida comienzan a
desfilar, en una lenta secuencia, como si el inmenso televisor de plasma de
cincuenta pulgadas, que domina la sala, se hubiera puesto de pronto a trasmitir
su biografía.
Se ve más joven,
en las aulas de la Universidad, audaz y pujante, con la mirada llena de sueños
por cumplir. Imposible olvidar el día de su graduación: el ingeniero más joven
de su generación, con las máximas calificaciones. Los éxitos, que comienzan a
sucederse en progresión geométrica, la fama, el reconocimiento… Y ella. Ella,
que llena todos los espacios que quedaban vacíos, y redondea la perfección de
su vida.
La boda. Los
viajes. Los hijos. ¡Ah, los hijos! ¡Cómo transformaron su vida! La alegría
inundaba los rincones de la casa. Y todo coronado por la sonrisa, plena de
felicidad, de la mujer amada.
Un suave tintineo
lo saca de su abstracción. Se incorpora, sin sobresalto. Ya está acostumbrado.
Un transeúnte que, al pasar, ha dejado caer una moneda en el sucio cuenco de
lata.
Se arrebuja un
poco más bajo las hojas de periódico que lo cubren –apenas- del intenso frío.
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Un sueño de triunfos y halagos contrapuestos a la dura realidad.
ResponderBorrarExcelente Hugo.
Un abrazo.
Luis
Gracias, Luis. Sueño o...recuerdo? Un abrazo.
BorrarAy! qué vida más triste ahora en la calle.... y qué bien has transiccionado desde unas escenas a otras con ese recurso de la pantalla.
ResponderBorrarme gusta mucho. Un beso Hugo.
Gracias, Laura. Algunas vidas son tristes.
BorrarQué duro, y desgraciadamente cada vez más frecuente...
ResponderBorrarMagistral ese giro final de tu relato, Nos creas un ambiente perfecto, casi paradisiaco, y luego todo desaparece de un plumazo con el simple tintineo de una moneda, y el escenario se vuelve miseria en estado puro.
Me ha encantado.
Saludos
Gracias, Narci, por la visita y el comentario. A veces, un simple sonido nos despierta...
BorrarCuánta realidad encierra tu micro, Hugo. Magistralmente nos llevas hasta ese giro final tras el tintineo.
ResponderBorrarCasualmente ayer vi en las noticias de la televisión a un "sin techo" que dormía bajo un puente en pleno Madrid y era ingeniero venido a menos.
Excelente micro, amigo.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Si, es una historia más común de lo que desearíamos. Gracias, amigo.
BorrarMuy bueno, Hugo!
ResponderBorrarCon tu típica sorpresita final. Y con la duda del recuerdo soñado, o del sueño recordado.
Bravo!
Un abrazo.
Gracias, Fernando. Siempre hay una sorpresa a la vuelta de la esquina...
BorrarTan real como la vida que cada vez estrecha más el cerco. ¡Muy buen relato!
ResponderBorrarCariñoso abrazo y feliz fin de semana
que decir si es la misma foto de la mente cuando surcamos los caminos del recuerdo.... es como ver que se eleva el vapor y choca contra la fría realidad actual y se transforma en gotas de agua que salen tambien de nuestros ojos mojando el rostro y surcando hasta la comisura de los labios y ahi sabemos distinguir que fue el condimento de un paso pasado en nuestra vida
ResponderBorrarEs un poco tramposo este micro, ¿no crees?, nos hablas de un sillón (aunque no comentes su estado, es un sillón) y acabas tirándonos debajo de las hojas de periódico.
ResponderBorrarLos engaños bien urdidos funcionan, y no hay que añadir mucho más.
Saludos
Gracias, Luisa. Dicen que la literatura es mentir bien...
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