Desde una esquina del tiempo llega el rumor de sus voces. Mucho de lo que susurran a mi oído nunca será conocido. Pero algunas palabras verán la luz del papel, y serán.



martes, 16 de julio de 2019

La escritura del sol



Te miro andar y andar el cielo,
haciendo el día,
y quisiera ser Sol,
como tú eres.
Desde el instante mágico,
en que la noche deja de ser noche,
y se disuelve en luz,
para ser día,
tú dibujas hábilmente los contornos,
y quiero, al imitarte,
en profunda reverencia a tu donaire,
impregnar de tu esencia mi poesía.
Quiero decir, como tú dices,
a las gentes,
una viva palabra, desde el alma.
De profecía, de calor, una palabra
con vocación de dignidad,
verbo de gracia.
Una palabra alentadora y motivante,
que reconcilie,
que restañe las heridas.
Decir en tinta la grandeza humana.
Decir en sangre lo débil del hombre.
Sobre el papel ingrato
de los días,
quiero escribir las letras perfumadas
que reconozcan la riqueza de la vida.
Dejar plasmado el rumbo
que he elegido,
y señalar, con un gesto silencioso,
una estrella personal para mis hijos.
Astro Rey, forjador de atardeceres,
tú logras ser ecuánime y austero.
Todo lo envuelve la tibieza de tu abrazo.
Y el ámbar de tu luz,
que remueve la savia y agita la vida,
le otorga, a cada sombra, su mensura,
y reparte, con sabiduría,
el brillo que reflejan las miradas.
Es por eso que quiero,
emulando tu estilo,
pronunciar el nombre justo
para cada hombre.
Denunciar las acciones injustas,
como tus rayos de luz penetrante
dan evidencia de oscuros rincones.
Ponerle una voz dulce a la ternura,
para dejar, en el alma de mi amada,
el verso aquel
que nació de una caricia,
acompasando el vuelo de dos alas.
Humedecer el vientre de las nubes,
entibiando los labios de la brisa,
para que robe, con un beso, la frescura
de los espejos azogados de los mares.
Quisiera, como tú, alimentarme
de verdores, de trinos, de agua fresca,
para llenar de luces los paisajes
y que no falten nunca los colores.
Que de mi pluma brote la esperanza,
y mis papeles, frescos o amarillos,
sean compañeros fieles de la vida,
y exhalen, del Amor,
el más dulce aroma conocido.
Que mi existencia, como tu jornada,
transite del Oriente al Occidente,
y al llegar a las puertas del ocaso,
la conciencia esté en paz,
el alma libre,
y sea, para aquellos que la atisben,
cual simiente en la tierra
mi escritura.