"El grito" Edvard Munch
In extremis
Contemplo
en el
horizonte,
la herida
abierta,
sangrante,
mortal.
La rojiza
llamarada,
oprimida
entre el cielo
y la tierra,
lanza un
gemido
estremecedor,
doloroso,
inefable,
que sólo a mí
me aturde,
me embriaga,
me angustia.
El muro de mis
manos
no alcanza
para evitar
que
mis ojos,
mis oídos
y mi alma
se saturen
dolorosamente
de morados,
ocres
y naranjas.
Un agónico
estertor
escapa
del enorme
vientre azul,
que admiré,
sorbí,
gocé,
cuando nacía,
celeste.
La última
punzada
la dan los mástiles
erectos,
filosos,
vacíos
de las velas,
arriadas,
en el barco.
La madera
carcomida
del mirador
se sobrecoge,
bajo el peso
inexplicable
de mi
tristeza,
ante la muerte
espléndida,
luminosa,
fascinante,
de este día,
que acontece
allí,
donde la noche
se ha tragado
todos los
brillos
del lago.
Y me duele la
mirada
indiferente,
apática,
lejana,
de los
paseantes.
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