Los miré de reojo,
como al pasar.
Han estado allí por años
y hoy nacen a mis ojos.
Algo me llamó,
con insistencia,
desde su cerno.
Seguramente fue
su eterna porfía
de elevarse,
puntiagudamente,
y buscar con ansias
aquello, más allá.
Mi pequeñez
flagrante
golpeó mi cara.
Ellos fueron
pequeños un día,
pero
dejaron de serlo,
soñando alturas.
Hasta el hacha
respetó su tenacidad.
Y hoy, estilizados,
verdes, bellos,
acercan el vigor
de su savia
a la sangre infinita
del universo.
Y me dejan pensando…
Muy bonito, Hugo. Sigue así.
ResponderBorrarLos pinos siempre me produjeron una especie de piedad amorosa, porque siempre me dieron sensación de soledad, buscando siempre el infinito,murmurando quizá qué cosas a la sordera del mundo....
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