Apoyó la mano derecha sobre la gruesa columna de hierro, que sostenía el foco de luz. Sintió que, de sus dedos, salía un calor abrasador y vio como la columna se doblaba, lentamente. Los cables se estiraron al máximo y luego comenzaron a cortarse, entre chispas y descargas eléctricas.
Se le iluminó el rostro. Aquello, para él, era un espectáculo inefable, que lo revitalizaba.
Vio que al otro lado de la calle un hombre observaba la escena, aterrorizado. Pensó que todo se le estaba dando a pedir de boca. Hacía diez minutos que se había materializado en este planeta, y ya había obtenido alimento y un espécimen para estudiar.
Joer, que bueno, Hugo. Esto si que da para más. Serían las clásicas primeras líneas que lees justo antes de comprarte una novela. Muy bueno. Un abrazo.
ResponderBorrarSuscribo lo que dice el cuentista (puede que sea la sangre que compartimos o que me ha ganado por la mano al leer el minirelato).
ResponderBorrarQuierooooo más, se me hizo corto!!!!
Abrazos!!!!
Gracias a ambos por la presencia y por el ánimo. Algunos textos se van a dormir pequeños y al tiempo despiertan con ganas de crecer...quién sabe...
ResponderBorrarComparto con Cristina y Fernando, esto sólo es el prólogo de algo muy jugoso y bueno.
ResponderBorrar¡Adelante! Queremos más.
Un abrazo.
Vaya, vaya....por suerte tengo la precaución de no leer tus cuentos antes de dormir...ni permitir(..sobre mi tumba..!)que me los leas...
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