Salió corriendo a la calle, con el pelo mojado, recogido en
una trenza, y el uniforme escolar puesto a medias. Cuando el ómnibus se detuvo
en la parada, a ella le faltaba media cuadra para llegar, pero el conductor la
conocía, y se entretuvo un poco, para darle tiempo a alcanzarlo. Cuando logró
ubicarse en un asiento, soltó el aire de sus pulmones y terminó de arreglarse
la ropa. Miró, distraídamente, por la ventanilla. Sus ojos de ama de casa ya no
descubrían belleza en aquellos paisajes habituales, todo le parecía monótono.
Para colmo, las náuseas del embarazo le hacían muy incómodo el viaje. A la
mitad del recorrido, subió un vendedor de caramelos. La insistencia de su
pequeño hijo logró que comprara dos bolsitas. Incluso comió algunos, con la
esperanza de endulzar un poco la jornada. Cuando llegaron al cruce con la
avenida principal, el tránsito estaba detenido, por una manifestación de
trabajadores. Se puso muy nerviosa: no quería llegar tarde a la ceremonia de
graduación de su hijo. ¡Le parecía mentira! ¡Verlo recibido de arquitecto! Pero
la demora no fue demasiado y, en la siguiente parada, subieron sus amigas, sus
compañeras inseparables del Club de la tercera edad que frecuentaban.
El ómnibus
se detuvo, y el conductor tuvo que acercarse a su asiento para despertarla.
— ¡Abuela,
despierte! Usted se baja aquí. Mire, ahí están sus nietos, esperándola.
Bien hecho, poeta. Un bonito retrato del camino de la vida. Me gustó. De hecho me supo a poco, quizá ese planteamiento te habría dado para algunas líneas más. El tiempo... supongo. Un abrazo.
ResponderBorrarDeliberadamente traté que todo entrara en un párrafo. Vivimos vertiginosamente. Eso que tu sientes que falta, es lo que nos perdemos al vivir así. Gracias por estar siempre, Fernando.
BorrarMe ha encantado. Gracias por compartir!!! Un abrazo
ResponderBorrarGracias, siempre me encanta que te encante, Cristina.
BorrarToda una vida en 18 renglones, ¡Que poder de síntesis!
ResponderBorrarMuy bueno y original. Tengo que aprender a escribir como vos.
Un abrazo.
Gracias, Alberto. Tú tienes que escribir como tú mismo. y muy bien que lo haces. Adelante!
BorrarSin palabras. Asusta el paso del tiempo. Asusta no darse cuenta.
ResponderBorrarMuy buen microrrelato, Hugo.
ResponderBorrarBien logrado el efecto de volatilidad de la vida.
A mi me parece mentira que ese ómnibus viaje tan rápido.
Saludos.
Gracias, Arturo, por tu opinión y por tu visita a la página. Trataré de hacerme tiempo para leerte.
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