Ella lucía su pelo atado en dos coletas.
Él llevaba el traje con afectación.
Ella regalaba sonrisas por doquier.
Él caminaba erguido, ajustando su corbata.
Ella saltaba los charcos.
Él buscaba dónde pisar seguro.
Ella lo miraba con ternura.
Él la miraba lleno de orgullo.
Caminaron
de la mano hasta la plaza.
Eligieron
un banco, y se sentaron en silencio.
El
vaivén de los columpios fue la música de fondo.
Él se puso serio, y buscó las palabras
adecuadas.
Ella lo miraba, expectante.
Él hizo todo lo posible por disimular.
Ella lo tomó de las manos, casi suplicante.
Él habló, finalmente:
— Tú ganas. Después que juegues con tus
amiguitas, te llevaré a tomar un helado.
Ella se colgó, feliz, del cuello de su abuelo.
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Excelso amigo, extrañaba tus letras.
ResponderBorrarHas vuelto con un bellísimo relato, con la ternura de un poeta.
Un abrazo.
Gracias amigo. Desempolvando textos...
BorrarYa no recordaba lo bonito que escribes, amigo mio...
ResponderBorrarGracias! ! Últimamente hay poco tiempo. Yo sí compruebo a diario que tú escribes cada vez mejor.
BorrarUna escena muy visual, compañero...
ResponderBorrarGracias por leerme! Y adelante con tu blog, es de valientes en esta época.
BorrarMuy bueno, Hugo, me encantó.
ResponderBorrarSaludos.
Gracias, Juan Esteban.
BorrarEstupendo, Hugo. Me encantan los cuentos con sorpresa final. Una verdadera delicia. Enhorabuena.
ResponderBorrarGracias, Antonio. Un verdadero placer que visite mis humildes letras. Un abrazo y que no nos falte su poesía.
BorrarQue hermosura estas letras!!! De nietos y abuelos me llegan profundamente!! No sé porqué paré en ellas y encontré tanta hermosura... Soy abuela de Emma, 2 años y 4 meses tan felices y maravillosos que este escrito me llenó el alma.. Gracias Hugo!!!
ResponderBorrarGracias Mónica. Es una caricia para el alma que tú visites mis letras.
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