Te elevas entre
volutas azuladas, y unos destellos rojizos me permiten ver cómo te retuerces,
cómo estiras inútilmente tus manos hacia el borde, sabiendo que ya no puedes
alcanzarlo. Eso me duele tanto como a ti.
Un cinturón de
claveles blancos aprisiona tu cintura contra el pino, otrora vital y
desafiante, que ahora yace inerte, bajo tu cuerpo helado.
La Muerte ha
venido a desintegrar la vida, como un fuego incontrolado, que lo arrasa todo,
sin reparar en sueños, amores o poemas.
Sólo queda, palpitando
débilmente entre las cenizas, esta
tremenda soledad.
.................................
He vuelto a tu blog luego de mucho tiempo y reparo que ambos hablamos de muerte y soledad.
ResponderBorrar¿Que nos sucede amigo?
Gracias, Luis, por esta "extensa" visita y por todos tus comentarios. Tal vez hablamos de lo que tenemos, de lo que llevamos adentro... En mi caso, algunos poemas son "rescatados" del baúl...¡Un abrazo!
Borrar