La pesada carga
de angustias
pasadas
invita
a no ponerle
nombre.
Pero…
Las horas
contigo
que se vuelven
segundos…
El corazón
en vilo
hasta volver a
verte…
La paz
inconmensurable
de tu abrazo
apretado…
La dulzura
del beso
que interrumpe
la charla…
El regocijo
del alma
al escuchar
tu risa…
Y la certeza
inmensa
de mirar
adelante
y ya no ver
la noche,
sino un sol
de esperanza…
Esas cosas no
tienen
nombre
todavía.
Pero…¿quién
sabe…?
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Gracias, Hugo Jesus, por tu comentario, que comparto por entero. Y mis mejores deseos para estas Navidades y Nuevo Año. Un gran abrazo.
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