Desde una esquina del tiempo llega el rumor de sus voces. Mucho de lo que susurran a mi oído nunca será conocido. Pero algunas palabras verán la luz del papel, y serán.



lunes, 7 de mayo de 2012

Falso testimonio


             La serpiente se arrastraba, sigilosamente. El único sonido audible era el roce de su escamoso vientre, contra el pasto. Unos veinte metros más adelante, un hombre y una mujer discutían acaloradamente.

            De pronto, se escuchó una potente voz, aunque el reptil no pudo ver a nadie. La nueva presencia hizo callar a la pareja, y ellos bajaron sus cabezas, avergonzados. El hombre apuntó con su dedo índice a la mujer, y ésta se irguió, desafiante, mientras pronunciaba unas palabras que, hasta hoy, resultan incomprensibles para el rastrero animal.

            Dijo, señalando hacia el bosque:

            — La serpiente me sedujo, y comí.

3 comentarios:

  1. Pobre australopithecus hembra...
    Oye, Hugo, esta historia da para toda una novela, ¿no crees?
    Muy bueno, amigo.
    Un abrazo.

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  2. Coincido con Fernando, hay mucha tela para cortar con este tema, más teniendo en cuenta que aún siguen diciendo lo mismo.
    Un abrazo.

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  3. Hugo:
    al final el ofidio no tuvo la culpa...
    Muy bueno, la primera mentira nos condenó.
    Un abrazo (pero no de boa).

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