Desde una esquina del tiempo llega el rumor de sus voces. Mucho de lo que susurran a mi oído nunca será conocido. Pero algunas palabras verán la luz del papel, y serán.



martes, 1 de mayo de 2012

Pericia técnica


            Sonó un seco estampido. Algunos transeúntes voltearon la cabeza, sorprendidos. A mitad de la cuadra, el murmullo de voces fue creciendo.

            El hombre caminó dos pasos, tambaleante, y luego se desplomó. Cayó sobre su costado derecho, golpeó su hombro y su cabeza y luego giró pesadamente, hasta quedar boca abajo, con los brazos abiertos y la cara pegada al piso. Unos metros a su alrededor, se fue formando rápidamente un círculo de rostros curiosos, y el morbo comenzó su obra.

            Desde un comercio cercano llamaron a la policía, y alguien se acercó con un trozo de lona para cubrir el cuerpo. Llegó un patrullero con las luces y la sirena encendidas. De él, bajaron cuatro policías y comenzaron a interrogar a los presentes: ¿Quién es este hombre? ¿Alguien vio al que disparó? ¿Por dónde huyó? ¿Era uno solo? ¿Podrían describirlo? ¿Saben si este hombre tenía enemigos? ¡Por favor, llamen una ambulancia! ¡El forense! ¡No toquen nada!

            Mientras los agentes anotaban los testimonios en sus libretas, llegó el médico forense y, detrás suyo, una ambulancia, aguardando la orden de retirar el cuerpo.

            En ese momento, desde el hotel que estaba enfrente, salió el propietario, corriendo y gritando hacia los policías:

            — ¡Ayuda! ¡En el segundo piso, uno de los clientes se pegó un tiro! ¡Ayuda!

            Todos se giraron a mirarlo, sorprendidos, y por unos momentos, reinó la confusión.

            Hasta que uno de los presentes advirtió el detalle:

            — ¡Esperen! ¡Todos escuchamos un solo disparo!

            Y todos, al unísono, dirigieron sus miradas al cuerpo del hombre que estaba tirado en el suelo. Y todos, al unísono, tuvieron la mayor de las sorpresas, al verlo sentado junto al forense, con los ojos desorbitados por lo que veía a su alrededor.

            Tres metros más atrás, una baldosa suelta lo había hecho tropezar, con tan mala fortuna que, al caer, golpeó su cabeza y se desvaneció por un momento.


4 comentarios:

  1. No hay caso, Hugo, las cosas no siempre son lo que parecen.
    Un saludo.

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  2. Qué bueno amigo!!! ...yo me hubiera muerto del susto:)) Un abrazo!!!

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  3. aquella canción dice; "no estaba muerto, andaba de parranda".
    Lo tuyo Hugo, no tiene desperdicio, cada día nos sorprendes cual si fuera el primero. Un abrazo.

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  4. Muy bueno, Hugo, siempre imprevisible, tanto como el cemento cola para pegar baldosas.
    Oye, el que se pegó el tiro, no se apellidaría Borbón, no?
    Un abrazo!

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