Desde una esquina del tiempo llega el rumor de sus voces. Mucho de lo que susurran a mi oído nunca será conocido. Pero algunas palabras verán la luz del papel, y serán.



martes, 6 de marzo de 2012

Equilibrio

            Tuvo que pararse sobre las puntas de sus pies, y estirar al máximo su brazo derecho para poder introducir la mano en el agujero. Era un hueco pequeño, en lo alto de la pared. Su mano entró ajustadamente y sus dedos palparon el interior. Sintió algo blando y tibio, que se movía y luego, una leve punzada en la yema de su dedo anular.

            Había actuado maquinalmente, sin pensar, tal vez impulsado por el enojo que le causó ver aquel orificio en la pared que el día anterior había culminado de arreglar y pintar.

            Pensó en un nido de pájaros, e incluso, de ratones. Pero le pareció imposible que hubieran horadado el material en tan poco tiempo.

            Decidió traer una escalera, y salir de dudas. Aquello le parecía muy extraño. Aflojó la mano, para sacarla del hueco, pero ésta se atascó en los bordes de la entrada. Respiró profundamente, para tranquilizarse. Sabía que, si estaba tenso, dificultaría la tarea. Intentó de nuevo retirar la mano, pero fue imposible. La posición de su cuerpo era muy incómoda y ya sentía el cansancio en el arco de sus pies.

            Su mente trabajaba a toda velocidad, tratando de encontrar la solución, cuando empezó a sentir un leve hormigueo en la punta de los dedos. Entonces, se dio cuenta de lo que pasaba: su mano se había hinchado considerablemente. Fuera lo que fuera que estaba allí dentro, lo había picado o mordido.

            Un sudor frío bajó por su frente y corrió por sus mejillas. Elevó su mano izquierda hacia el hueco y palpó los bordes de la entrada. Eran demasiado duros para sus dedos. No entendía cómo algún animal o insecto podía haber taladrado la pared de ladrillo, cubierta por una gruesa capa de revoque, en una sola noche.

            Mientras pensaba, sentía que su mano se hacía cada vez más grande, y también aumentaba su desesperación. Estaba solo. Había elegido vivir en aquella zona apartada para poder realizar sus investigaciones con más tranquilidad.

            Giró la cabeza cuanto pudo y alcanzó a ver su celular, sobre una mesita pequeña, inalcanzable, a dos metros de distancia.

            Pasado un momento, ya no sintió su mano. Miró hacia arriba y vio la parte que sobresalía de su muñeca, totalmente amoratada.

            Aquello era una verdadera pesadilla. No lo podía creer. El día anterior había trabajado hasta tarde, para terminar de pintar esa pared, y en la mañana se había levantado cansado. Tal vez por eso, semidormido, había metido la mano allí dentro, sin pensar. Y ahora, no podía moverse. Veía que los bordes del agujero se clavaban en su carne, pero no sentía dolor. Ya tampoco sentía nada en sus entumecidos pies.

            De repente, escuchó un zumbido y pudo ver, con asombro, como varios animalitos peludos se posaban en la pared, separados por unos cuantos centímetros. Eran realmente extraños: una pequeña bola, cubierta de pelo suave, en la que se veían tres ojos, oscuros y penetrantes. Del cuerpo de cada uno, fue saliendo una especie de tornillo que, silenciosamente, comenzó a introducirse en la pared.

            Sentía la boca reseca, y la espalda rígida. Tuvo la certeza de que iba a morir.

            Una voz, que no era audible, sino que llegaba directamente a su cerebro, provino de uno de los seres:

            — Sus teorías resultaron acertadas, doctor Torres. Nuestra civilización está muy desarrollada en el Planeta K 2045, adonde ustedes desterraron a nuestra primera generación. Ahora venimos para saldar la deuda.

            Su corazón, al detenerse, le impidió seguir escuchando.

3 comentarios:

  1. Jopeta, con las bolitas peludas, que vengativas... Muy bueno, Hugo. No esperaba encontrar extraterrestres en el agujerito.

    ResponderBorrar
  2. Creo que sorprendió a más de uno...En realidad, mete miedo mirar de ahora en más cualquier agujerito en el muro de casa.....

    ResponderBorrar
  3. ¡Que buen final! Nos sorprendiste a todos.
    ¡Excelente Hugo!!

    ResponderBorrar

Si pasas por aquí, aunque sea de casualidad, deja tu saludo, tu opinión, o tu desagrado. Las Musas se alimentan de tus palabras. Gracias.